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El País Valenciano permaneció en su totalidad en la retaguardia republicana hasta el verano de 1938 cuando fue conquistada gran parte de la provincia de Castelló. La sublevación no consiguió sumar a la totalidad del Ejército ni de las fuerzas de seguridad, por lo que, además de la movilización de la izquierda, no consiguió sus propósitos iniciales. La fragmentación de poderes consiguiente terminó con la creación del Comité Ejecutivo Popular compuesto por el Frente Popular más la CNT.
Como en el resto de la zona republicana, se desplegó la revolución social de la CNT y la UGT con una economía colectivizada, se crearon comités en pueblos y ciudades y milicias (sobre todo en el frente de Teruel). En este contexto, se asistió al cénit de la violencia política y anticlerical que terminó con la vida de entre 4.700 y 4.800 hombres y mujeres.
El antagonismo entre los dos grandes discursos, el revolucionario y el que defendía la unificación de esfuerzos para ganar la guerra, terminó con el enfrentamiento armado del 30 de octubre de 1936 en la Plaza de Tetuán entre anarquistas y comunistas. El 6 de noviembre el gobierno republicano se trasladaba a Valencia. Hasta finales de octubre de 1937, la ciudad pasó a ser la capital del antifascismo mundial. Las obras de arte del Museo del Prado se guardaron en las Torres de Serrans y se celebró el II Congreso de Escritores para la Defensa de la Cultura, con la presencia de gran parte de la intelectualidad internacional. También en Alicante, moría fusilado tras un juicio, José Antonio Primo de Rivera, el líder falangista.
Las tierras valencianas, como indican los carteles que se confeccionaban, sostenía en buena medida el esfuerzo bélico de la República (industria, exportación citrícola, puertos) y la solidaridad interna con el acogimiento de los refugiados. En 1938 la guerra llegaba directamente con la Ofensiva de Levante que pretendía conquistar Valencia. Durante este año, la cercanía de los combates y la relevancia económica ocasionó una “tormenta de hierro” desde el aire, con mortíferos bombardeos. El angustioso final de la guerra también tuvo un protagonismo valenciano desde los puertos de Alicante y Gandia, los últimos espacios de la República vencida.