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La dialéctica clericalismo-anticlericalismo constituye un capítulo esencial de la historia contemporánea de España, aunque se trata de un fenómeno universal. Primero se fue formando el clericalismo. Con la Restauración (1875-1923) la Iglesia había dirigido un renacimiento religioso (peregrinaciones, beatificaciones) desde la dependencia y la protección del Estado (económicos, control educativo-cultural y moral). Así, para muchos, eclesiásticos y seglares eran un apéndice de la Restauración y de la monarquía. Se fue construyendo una identidad común anticlerical entre las fuerzas democráticas (incluso los liberales) y la izquierda obrera que deseaba una separación Iglesia-Estado.
La República se constituyó como un régimen político laico que reconocía a la Iglesia como una asociación más, por lo que debía pedir permiso para celebrar sus actos públicos (por ejemplo, las procesiones). Al mismo tiempo, secularizó los espacios públicos (retirada de crucifijos), los ayuntamientos republicanos retiraban los nombres de calles religiosos, se creó otro calendario festivo y se intentó cerrar los colegios religiosos. En algunos pueblos se excedió la legalidad y en otros no se aplicaba, base ambas de conflictos. Para recuperar sus privilegios, la Iglesia sustentó al partido de la derecha católica.
En Montserrat es palpable el avance secularizador, con un porcentaje muy elevado de ceremonias civiles en sustitución de las religiosas (“bautizos” y bodas), verdaderas fiestas democráticas que transgredían el dominio eclesiástico tradicional y que advertían que el pueblo se estaba emancipando de la Iglesia. La mayoría blasquista aplicó la legislación laica y, al parecer, en 1934 se había prohibido el toque de campanas. Otras veces, como en junio de 1934, el Ayuntamiento fue denunciado por permitir al sacerdote contravenir un artículo de la Ley.
Por su parte, desde 1932, el nuevo párroco José Mª Martí Donderis, de simpatías carlistas y, por tanto antirrepublicano, utilizó el sermón dominical para criticar a la República o incumplía la legislación. El anticlericalismo violento (estallido de un explosivo en la Casa Abadía) no aparecería hasta 1934, si bien la causa estuvo en la disputa con una familia que se negaba a que el sacerdote administrara el viático a uno de sus miembros, que lo había pedido. Después de febrero de 1936 fue expulsado el párroco de la población, aunque volvía a ella, y, según una fuente, sufrió un atentado cuando volvía, en la carretera de Torrent.