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La larga duración de la dictadura franquista se entiende por el despliegue de un repertorio de violencia desde el propio 18 de julio de 1936 que formó una comunidad nacional que excluía a los “desafectos”. La legislación represiva conseguía que una persona acusada por similares presuntos “delitos” pudiera sufrir diversos castigos: muerte, prisión, penas económicas, depuración de su trabajo. En el trabajo esclavo (batallones de trabajadores, entre otros) purgaban soldados republicanos. Para abatir al maquis se aplicó el terrorismo de Estado. Los que pudieron escapar, sufrieron el exilio o los campos de la muerte del nazismo. El resultado fue, al menos, más de 130.000 víctimas mortales. Se excluyó a la mujer y padecieron una violencia sexuada. Así, el franquismo consiguió el miedo y la sumisión social. La dictadura implantó una única realidad, a través de la censura, el adoctrinamiento en el sistema educativo o la manipulación informativa.
El franquismo dispuso de un sólido soporte social gracias a la Iglesia, sectores de la clase media y de la burguesía y fuerzas políticas antidemocráticas. Hasta 1945, Falange aproximó al régimen al fascismo europeo, colaborando con Hitler y Mussolini. Su derrota, obligó al franquismo a un cambio con una presencia absoluta eclesiástica como sería el nacional-catolicismo de los cincuenta. La inmediata posguerra también es recordada por el mercado negro (estraperlo), la cartilla de racionamiento y la miseria. La corrupción y la ineficaz política económica autárquica terminaron con la muerte de, al menos, 200.000 personas.
A pesar de la ayuda norteamericana desde 1953, España estaba al borde de la bancarrota. En 1959, el Plan de Estabilización de los ministros del Opus Dei reintrodujo la economía en el comercio internacional cuando el mundo vivía una acelerada etapa de crecimiento. Son los años de la emigración a Europa, del turismo y de la instalación de las grandes multinaciones. El país se urbanizó, crecían la industria y los servicios, en un entorno de grandes desigualdades sociales. El franquismo no abandonó la represión, ahora contra el nuevo sindicalismo (CCOO), partidos antifranquistas o estudiantes, por parte de las torturas sistemáticas de la Brigada Político-Social o el Tribunal de Orden Público. Este antifranquismo, al que se deben sumar los nacionalismos, pretendía el establecimiento de una democracia reformista como continuaron defendiendo después de la muerte del dictador en noviembre de 1975.